lunes, 24 de enero de 2011

Un planetita sin gravedad

O sea. La bipolaridad de mis horas. De mis minutos mejor dicho. Creo que me muero. ¿Por qué tuve que soñar eso anoche? ¿Será una señal de que las cosas no las supero? No se. Yo y mis enredos mentales. Sentimentales también. El cuerpo en stand by mientras el cerebro corre a mil. Encima soy tan idiota de estar explicando las cosas antes de que pasen. Tengo una cicatriz en la panza. ¿Por qué siempre aclaro eso? Ni que el mundo no hubiese visto marquitas en la piel. Me quedo eso en la cabeza, después de la charla que tuve con las tipas que me bancan desde hace 18 años. “vos no te aceptas, no la aceptas como parte de tu vida”. TENES RAZON. Voy a hacer un curso de aceptación de las cosas. Después me fui a la reposera. Mientras el patio se regaba con los aspersores y yo escuchaba “ch ch ch..chhhh…ch ch ch…”. Era prácticamente para dormirse una siesta ahí. En bikini, con el pelo enmarañado por haberme hecho “la peinadita” como a los 6 años. “Quiero estar durmiendo, quiero estar en el agua, quiero estar en la playa, quiero estar en la montaña, quiero leer, quiero ver la serie que tanto me obsesiona, quiero salir a bailar y me quiero quedar en la cama”. Todo eso creo que paso por mi cabeza en cuestión de milésimas de segundo. A la ducha. Directo. Creo que la espuma en los dedos mientras el león se limpia se me ha vuelto un poco terapéutico. Ahí saco conclusiones como las que aparecen cuando me fumo el Cif al limpiar el baño de mi casa. Entonces haces eso que tenés ganas hace rato. Listo. Patadas de ninjas adentro de la panza y el esófago. Manteniendo la compostura. Que mi papá sentado al lado mío no se de cuenta. Mientras tanto le hablo a mi amiga Cousine. Una frase atrás de otra. En mayúscula. Porque obvio, cuando uno grita, tiene que escribir de esa forma. Ansiedad. Más ansiedad. Saldría corriendo. O sea, de repente me doy cuenta que hago las cosas al revés. Más o menos como querer subir una escalera y saltar al tercer escalón para volver al primero. Organización de pensamientos y de acciones. No me sale. Obvio yo voy al contrario de cómo se debería. Ayer cuando estábamos no me movías un pelo, hoy que ni te veo, tengo ganas de apretarte como osito de peluche. Un ejemplo de mi vida. Lo mismo me sucede con los horarios. Dormir de día, vivir de noche. No es que salga, no es que me enfieste. Simplemente parece más razonable estar con los ojos abiertos tipo 3 de la mañana. Menos mal que ya no soy miedosa como a los 14 (si, bastante grandota y boludona) y no me asusto con películas de terror. Se corto la luz y yo quería quedarme con la ventana abierta. Hace una década atrás creo que hubiese corrido a decirle a Laisa que me ayude a dormir. Era la edad adecuada para eso, pero ahora no se ve muy lógico que digamos. Mi barrio, donde vivo desde que soy una pitufa (cosa que no deje de ser porque mi metro sesenta no me lo permite) se volvió una amenaza. Me acuerdo una noche con Bou volviendo para nuestras casas que pensamos sobrepasar con nuestras ojotas un yuyo. Lamentablemente para nos, esa maraña era una linda patuda, de cuerpo peludo que probablemente hubiese desmayado hasta el mas macho. Eso paso a las 4 de la mañana. Esas eran las amenazas que había por acá. Más en los días de viento. Como ahora, que sopla pero caliente como pibe que no reparte su amor hace 6 meses. Ahora tenemos miedo hasta de salir a regar el pasto. Es por eso que me mudaría a la cordillera. Un lugar que tenga un poco de todo. Tengo varios en vista. Serán parte de mi futuro cuando tenga crios. Por ahora me voy a tomar una revancha de las montañas. Tuve unos días de muy buena compañía, gracias a mi amiga El Sol, que me incitó a ir a uno de los mejores viajes. Pero ahora quiero más. Voy por más. Como siempre. Las segundas veces en mi vida SIEMPRE son mejores. Creo que es porque no hay expectativas. Porque ya sabes como son las cosas. Ya decepcionaste todo lo que podías en la primera, así que…¿Por qué no dar la oportunidad de la reivindicación? Menos mal que pienso de esta forma. Algunos no me creen positiva. Bueno acá lo tienen forros. Así voy a hacer con el destino turístico montañesco al que voy a zambullirme. “vamos a tomar como la gente de la montaña” me dijo mi primo y yo le creí. Hagamos lo que quieras mientras no tenga calor. Esto del calentamiento global creo que esta empezando a golpearme en la nariz. Los ríos contaminados, el sol que te asesina, las botellitas de agua en gran cantidad que me tomo por día. El esfuerzo que hice para broncearme la espalda se vea arruinado porque a mi piel se le dio por pelarse. No me banco ni un día de 40º de sensación térmica che. Que blandita resulte ser. También lo soy por dentro. Me di cuenta, al sorprenderme de que mi amiga había formalizado una relación en la red social a la cual le dedico demasiado tiempo. “a mi eso no me sale” le dije. Hoy en día es mas trascendental la declaración de amor a través del código binario que en la cara de un padre con aspecto de decapitador de novios de su nena. Y fue así que entendí que tengo una mala costumbre y que gritar las cosas a los cuatro vientos no es algo que tenga tan manejado como pensaba. Sino, me animaría a decirle “te quiero ver”…

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