Me enamoré a primera vista (que es como suelo enamorarme)
del pibe que entraba a su turno de terapia después que yo. No tiene nada que
ver con nadie que me haya gustado alguna vez pero igual no pude evitar
embobarme, bajo la mirada cautelosa de mi Sr. de la cabeza. Luego de 20 metros
una sensación de confusión arribó a mi cerebro…suponiendo que pudiese
conocerlo, que sea el amor de mi vida, que sea la persona que cumple con todos
mis ideales…¿estoy dispuesta a dejar a mi mágico psicólogo por él? Porque la ética
profesional no lo dejaría atendernos a los dos. Y en ese caso, quién estaría
dispuesto a dejar terapia? Eso sería motivo de reproches in eternum? Menos mal
que el pibe ni me registró.
Pongamos en claro que algunas personas nos generan
sensaciones, porque hablar de sentimientos implica involucrarse de manera más
profunda y a veces no hay tiempo ni predisposición para hacerlo. Es en estos
casos donde nuestro vínculo con alguien nos genera cosas interiormente (que se
traducen en: ¡Que linda estas!) pero que no dependen de emociones fuertes. A
veces, algunas personas, complementan procesos propios que habíamos empezado a
transitar y ellos son el fosforo que enciende la fogata (aunque esto suene a disco
de Ricardo Arjona). Hay que saber diferenciar cuando queremos a una persona de
cuando queremos que ese ente, que nos proporciona recursos,nos siga acompañando
en el transcurso de las situaciones. Y ¿qué pasa cuando ese acompañante nos abandona
de manera unilateral? Frikeamos groso, no porque el desamor nos empañe la vida,
ni porque lloremos con canciones tristes, sino por el simple hecho de que nos
soltaron la mano en el medio del camino. Porque un amor no correspondido a
veces es el sencillo enojo de que hayan sacado el plato de la mesa cuando
todavía estabas comiendo.
Después de cruzar el semáforo, mientras debatía con mi misma
el alta forzosa de la psicología, entendí que no siempre es necesario traer una
grúa para mover las cosas. Esa resistencia al cambio siempre me da la imagen de
una hormiga tratando de llevar en un carrito a un elefante. De vez en cuando
podemos contentarnos con encontrar la llave que va a prender ese motor, que va
a hacer que el vehículo llegue a destino. A veces solo hace falta un paso para
salir de la cama cuando hace frio. Por momentos sólo necesitamos apretar un botón
para que todo lo que parecía muerto, saque la mano de la tumba (como Michael en
Thriller) y nos haga bailar la mejor coreografía de la historia.