domingo, 26 de mayo de 2013

Al final de la calle, por la autopista...


La estupidez es una forma de denominar al retraso mental que sufre una persona y también se puede clasificar a la conducta que tiene un ser humano de inteligencia normal. Cualquiera sea el caso es algo que aparentemente yo hago muy seguido. No es una forma de victimizarme y no tiene que ver con la baja autoestima, simplemente es autocrítica o critica constructiva.
La estupidez puede ser una forma de vida. Todos en algún punto de nuestros días tenemos la tendencia a comportarnos de manera tonta. Siempre hay una temática que nos tara el cerebro y es ahí donde nuestras neuronas se chocan entre si como autitos de un parque de diversiones. Resulta que esto es peligroso cuando afecta a otras áreas de nuestra vida y es ahí donde se genera el problema. Porque mientras uno es idiota en una pequeña parte de su existencia pero el resto de la maquina sigue normal, no hay peligro de que todo termine como Chernobyl o Fukushima. Sin embargo, a veces dejamos que la estupidez se adueñe de cada paso y cada decisión que tomamos. Y no solo nos pegamos contra una pared sino que volvemos a hacer el  mismo camino esperando resultados distintos. Algunas veces nos acostumbramos tanto a la estupidez nuestra y de los otros que nos encerramos en un cuarto que tiene 4 paredes pero que también tiene una puerta. Y no la vemos, por más esfuerzo que hagamos no está frente a nuestros ojos. Hasta que un día te pegas muy fuerte contra esa pared (justo esa, que tiene los mejores cuadros, que tiene el poster del chico que te gusta, que tiene todos esos títulos que queres obtener, esa que esta pintada de tu color favorito) y después de un mareo seguido de desmayo, te das vuelta y ves el picaporte. Ahí, no hay vuelta atrás. Ya entendiste donde está la salida y ese cuarto deja de ser un bunker. Siendo realistas, encontrar la puerta no significa que salgas a la calle…puede ser que te metas en una habitación nueva, pero por lo menos la que dejaste atrás puede convertirse en el deposito al que solo entras cuando tenés que buscar la escoba para barrer los nuevos cuartos.
Después de deducir todas estas cosas mientras me tomaba un café de cadena internacional con mi amiga, sentadas en un banco de una plaza, me di cuenta que podía enumerar las situaciones en las que me ocurren cosas de estúpida. Claramente, si puedo distinguirlas, puedo cambiarlas, pero eso requiere tiempo…darse el tiempo y pasar por el proceso de rehab.
En primer lugar, soy bastante estúpida a la hora de elegir la comida cuando estoy pidiendo al delivery o estoy en un restaurante. Siempre elijo algo que quiero comer pero que en realidad puede ser superado por algo mejor. O me pasa al revés, dudo tanto que cuando termino eligiendo en realidad no es lo que quería. Entonces termino comiéndome un risotto cuando lo que yo quería eran unos ñoquis suffle.
También soy bastante idiota para acertarle a la cantidad de leche que le voy a poner a mi café. Siempre me paso o me quedo corta, pero rara vez logro que quede del color que a mi me gusta. Porque puedo asegurar que un día que empieza a las 7 de la mañana y sabes que va a terminar a las 12 de la noche, necesita un café de color tribu africana y no una taza que sea cuasi un albino en invierno.
Siempre me pasa lo mismo, y esto creo que es una venganza de la vida por todas esas veces en que elegí el pan que tenía más manteca. Cuando estoy apurada y trato de sacar un tenedor del cajón lo hago casi sin abrirlo, tanteando sin mirar y siempre termino sacando un cuchillo. Ni hablar lo complicado que se vuelve mi entendimiento y la magnitud de idiotez que se evidencia cuando tengo que encontrar el abre latas. Mejor no investiguemos ahí.
Pero lo peor que tengo en mi rango de estupidez es la capacidad de siempre elegir vínculos que no son ni así, ni asa. Que me rompen el corazón y las pelotas sin ni siquiera llegar a la categoría de sartén sin mango…Sin embargo, cuando dejamos de hacernos una lobotomía constante y alimentar nuestra propia estupidez…siempre puede aparecer un picaporte…

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