Me enferma ser tan minitah algunos días. No esos días,
fisiológicamente hablando, sino los días donde me acoplo al género. De repente
me encuentro con delirios celotipicos con motivos totalmente inaceptables…ni
hablemos de que los fundamentos de tal conducta proceden de cosas totalmente
irrelevantes. Para ser una persona que no es celosa, tener que bancarse un día
de descontrol emocional es bastante agotador. Busco excusas para justificar mis
pensamientos y por qué me enojo de tal manera con una situación o varias que no
deberían ni moverme una pestaña.
De la nada se te apretuja el corazón y tenés ganas de
llorar. ¿Por qué corno vas a llorar si no tenés motivos? La bipolaridad o
extremos anímicos se evidencian. A la mañana estaba feliz como una lombriz (aunque
hay que preguntarse como son las lombrices felices antes de hablar tan
livianamente, creo yo) y de un momento a otro pasas por la bronca o por la
tristeza absoluta.
Tráiganme chocolates. Bueno no, chocolates no más no. Papas
fritas también, una hamburguesa, un asado, una noche en la cordillera, unas
vacaciones divertidas, un viaje al otro lado del mundo…Claramente la ansiedad
se apodero de mi persona.
No logro que los lentes queden limpios. Estoy todo el día en
la computadora o leyendo cual lisa Simpson y tengo los anteojos para atrás.
Apreto un poco mas el papel cuando lo limpio, lo paso suavecito, agarro una
tela, le pongo salsa de tomate…nada! Siguen cochinos. “Será hora que los vayas
cambiando” dijo Laisa. “si debería cambiarlos, como varias cosas en mi vida
como la comodidad de las situaciones con las que venia viviendo”. ¡Que existencialista
que me ponen un par de cristales…bue…de vidrios con antireflex!
Siguiendo con la caracterización de los momentos sensibles,
que me darían un Oscar por lo bien que me sale este papel, puedo hablar sobre
lo que quiero y no quiero. “te falta un amor” me dijeron el otro día. No, no me
falta un amor. Si voy a tener a alguien al lado que por lo menos me invite al
cine o a bailar rock de los ’50 que me encante. No quiero un amor, ni tampoco
quiero EL amor. Quiero alguien se ria un poco mucho de lo ridículo que puede
ser el amor. Bueno, como verán en estos días de minitah me agarra la cursilería.
Dame un fernet rapidito y pongamos futbol, así lo sobrepaso rapidito.
“¿Qué harías si pudieses cambiar el curso del tiempo?” o
algo así leí en un titular de una revista. Ya no me acuerdo si de papel o
digital, con esto de que tengo la geta pegada a la compu todo el día ya no
distingo soportes. Volviendo al título, no se si tengo ganas de pensar que
haría con el curso del tiempo, si lo tomaría en clases, rendiría exámenes.
Tampoco se si tengo ganas de ponerme a pensar en eso si en la pagina o espacio
programado webisticamente me recomienda como hacer que mis comidas tengan menos
calorías usando un edulcorante con gusto a pasto.
Hablando de comidas y esas cosas ¿es tan necesario que los
kilitos de mas no se vayan? Ya que estoy en esta postura de mujer psicótica
leedora de Oh lala!, Cosmopolitan y consumidora incuestionable de Sex and the
city voy a hacer mi reclamo sobre la cuestión del peso. Me morfo todo y sigo
igual, me muero de hambre y sigo igual. ¿QUIEN TE ENTIENDE? Mientras me saco el
esmalte de las uñas para tener unos gramos menos organizo una cena con gente
amiga.
Hablar o no hablar con las personas. Esa es la clave en toda
esta cuestión. Esa regla de “si no me habla, no le hablo” es tan hiriente que
nos encanta seguirla. El tema del orgullo dicen todas. Yo en mis días de
persona común, o por lo menos en mi mundo común, no me comporto así. He sufrido
varias situaciones que hoy me dan risa gracias a mi sinceridad. Sobre todo a
las 5 de la mañana. Pero eso es tema viejo. Ahora con mi personalidad de nena
no me sale. De repente te habla alguien que hace siglos no te interesa y te
sentís un poco bien porque te chamuyen. Aunque yo les recomendaría que duden de
las intenciones de los tipos que no dicen nada y dicen todo. Llamarlo por
teléfono o mandarle un mensajito, enviarle una paloma mensajera o aprender a
hacer señales de humo. Si le hablo soy una desesperada y si no le hablo parece
que me importa poco su presencia en el mundo. ¿Por qué hoy estoy tan minita?
Lo único que me falta ponerme a escribir un diario y
contarle mi vida cotidiana…oh wait! Ya lo hago con un blog…
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